Su
útero de frasco se empequeñece y llora, con un mensaje dentro: sal de
aquí, sirena a pata coja.
Recuerda la chica, ¿te acuerdas? De la inclinación
por los pies descalzos, del olor a mar, de la sombra del bikini en el monte de
Venus ¿te acuerdas? Sabía a donde ir ¿recuerdas a dónde?
La
gente me pregunta que de dónde he sacado esta vida y que dónde está la de las
cejas destartaladas, la del rímel corrido, la del carmín esturreado por las camisas:
Tu ser.
Y yo les respondo: ya no importa
me olvidé del destino, ya no recuerdo los
sueños
ahora soy una persona normal, y ellos me
dicen: eso pensamos.
(Que mi
Corazón está roto, que mi Corazón ya no existe.
Mi ser:
Si no lo nombro, no existe.
Si lo practico, al final me acostumbro).
Ya no hay por qué preocuparse:
tu ser fue la angustia que
curaste con dinero,
claro, todos lo hemos pensado
alguna vez, no me extraña.
En esta
última vida, soy risas cínicas enlatadas en cervezas, pulso firme, poder fálico
en bandeja.
Hay
días en que aún veo tu nombre escrito por los papeles:
en vestidos blancos
en sandalias de tela
en los vasos largos en las terrazas
de Barcelona
en el olor a canela
En el viento.
En el viento.
No puedo
vivir en dos ¿me entiendes?, sobrevivir o llorar, no puedo sentir siendo
fuerte.
Y ella
cada vez golpea con más flaqueza, y el deseo se apaga y lo dejas todo por
sobrevivir:
La vida
Las lágrimas
Así lo dijo Deleuze, así lo dijo.
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