Mi
madre:
-Mamá
, donde está el secador.
-Donde
tu lo dejaste.
-No,
no está.
-Como
vaya yo y lo encuentre, te arranco los pelos de uno en uno hasta dejarte
calva.
-Cuando
tengas tu casa harás lo que quieras. Mientras vivas en esta casa, se hará lo
que Yo diga.
“Extinguiendo la
familia eliminas la primera forma de humillación. De barbarie.” (El Centro del
Mundo, Angélica Liddell).
El
capitalismo mata el drama
Hay
seres que crecen sobre rocas batidas por el oleaje, en estructuras navales o
sobre el lomo de una ballena. Viviendo en las rendijas, en superficies
expuestas al sol, al salitre y demás malezas. Seres que, son una especie de
espejo donde mirarnos con la dimensión sensible de nuestras formas de vida ya
del todo enfangadas en el medio tan turbio al que estamos expuestas.
Vida
disidente, precaria, de puta, de superviviente. Habitando rendijas,
sobreviviendo las quemaduras, el óxido, el salitre o los vientos fuertes.
Endulzada por belleza lumpen: ponerme su vestido viejo, acabar la noche en una
habitación oscura de un barrio de Londres, rodeada de tetas, corretear por ahí
robando frases para mi mundo interior. Viviendo en cualquier lugar, viviendo a
pesar de todo.
Cuando
llevas demasiado tiempo siendo un ser de rendijas, no hay drama.
•
Van a derribar el sitio donde vives para construir
pisos de lujo que nunca te podrás permitir, no hay drama.
•
Te tienes que marchar ,otra vez, a vivir a otro país
por curro y dejar atrás libros, amantes y las grietas preferidas de tu ciudad,
no hay drama.
•
Tus dedos son un coladero de afectos por donde se
escurren personas marchándose hacia cualquier dirección, no hay drama.
•
Abortas ,con rabia, porque sabes que no puedes cuidar
de nadie más que de ti misma, no hay drama.
Yo
sola, con mi belleza lumpen ante mis derrotas. Yo sola con mis
vulnerabilidades.
Yo, en
mi cuerpo.
Mi
cuerpo, mi campo de batalla,
Mi
cuerpo, mi caja de resistencia,
Mi
cuerpo, como vasija de la fertilidad,
Disidencia
a ritmo de bebé
Los
bebés huelen a humanidad, a humanidad sin cinismo, a viaje interior. Su olor me
lleva a una dimensión de amor incondicional, de ritmos lentos, irracionales, de
abandono a un futuro que vincula mi presente con lo eterno. Una utopía
extremadamente bella y totalmente incompatible con mi vida de ser de rendijas.
Hay
días en los que busco rendijas/coños esperando encontrar un útero en el que
poder meterme. Acurrucarme entre sus paredes húmedas y calentitas y quedarme
ahí dormida. Contraerme hasta convertirme en un óvulo fertilizado con más de
cien células para ,después, levitar en el líquido amniótico hasta romper aguas
y darme a luz. Darme a luz a mi misma, con mis ritmos y mis ciclos, con mi
belleza lumpen, lo único que me dice siempre la verdad.
Mi
verdad de madre de nadie, con mi neurosis egoísta, con su monstruosidad social,
madre de mi misma, hija de mi misma.
PD:
Casualidades: escribir sobre ser la madre de nadie
y sobre darme a luz a mi misma el día de mi cumpleaños.
The mothers of no one
My
mother:
- Mommy,
where is the hairdryer?
- Where
you left it.
- No,
it isn’t there.
- If
I go there and find it, I’ll pull out every single hair on your head until
you’re bald.
-When you have your own home, you can to do whatever you like. Whilst you
live at my home, you will do as I say.
“By extinguishing
the family you can extinguish the original form of humiliation. Of barbarism”.
(The centre of the world, Angélica Liddell).
Capitalism
kills drama
There
are beings that grow up on rocks haunted by the flow of the waves, in
shipwrecks, or, on a whale’s back. They live in cracks, on surfaces exposed to
the sun, the saltpetre and other skirmishes. These beings are sort of mirrors
in which we can reflect ourselves with the vulnerable dimension of our forms of
life. Forms of life already fully muddied in this really turbid medium to which
we are exposed.
Dissident
life, precarious life, the life of a whore, the life of a survivor. Inhabiting
cracks, surviving burns, rust, saltpetre and strong winds. Sweetened by underclass
beauty: to wear her old dress, to end the night in a dark room in that district
of London, surrounded by tits, to run around stealing sentences for my inner
world. Living anywhere, living in spite of everything.
When
you have been a “crack being” for long enough, there is no drama.
•
The place where you live is going to be demolished to
build luxury apartments that you’d never be able to afford, there is no drama.
•
You need to leave, again, to live in another country
leaving books and lovers and the favourite cracks of your city behind, there is
no drama.
•
Your fingers are like a strainer of affection through
which people slip running in all directions, there is no drama.
•
You have an abortion, angry, confronting the certainty
that you couldn’t take care of anyone else but yourself, there is no drama.
Me,
alone, with my underclass beauty facing my defeats. Me, alone with my
vulnerabilities.
Me, in
my body.
My
body, my battlefield.
My
body, my resistance box.
My
body, my fertility vessel.
Dissidence
at a baby rhythm
Babies
smell of humanity, of humanity without cynicism, of an inner trip. Their smell
elevates me to a dimension of unconditional love, of slow and irrational
rhythms. Of surrendering to a future that bonds my present with the eternal. An
extremely beautiful utopia that is totally incompatible with my life of being
of the cracks.
Some
days I search cunts/cracks hoping to find a uterus to get into. To curl up in
its wet and warm walls and fall asleep. To contract myself until becoming a
fertilised egg, with more than one hundred cells. Then, to levitate in the
amniotic liquid until breaking water and giving birth. To give birth to myself,
with my rhythm and my cycles, with my underclass beauty, the only thing that
always tells me the truth.
My
truth of the mother of no-one, with my selfish neurosis, with my social
monstrosity, my own mother, my own daughter.
PS: Coincidence: to write about being no-one’s mother
and about giving birth to myself on my birth day.
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