Lectura de poemas en el 21° Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el Teatro Lido, el 9 de julio de 2011.
Un domingo por la tarde, en
la cocina, decidí contar los años
que llevaba viviendo: yo
trazando muy fuerte cada fecha
en mi muñeca, una, dos,
tres, hasta catorce.
Como si los centímetros
supiesen matemáticas, como si cortar
la distancia entre el suelo
y mis venas multiplicase la
capacidad de mi orgullo.
Un gesto declarante:
catorce vías de escape, iguales a catorce
decilitros más de confianza
desbordándose en mis brazos
de cristal.
Sobre mi muñeca apliqué
técnicas asimiladas en las clases de
tecnología:
escuadra y cartabón, corte
a corte en perpendicular a cada trazo azul.
Con un cuchillo
hasta catorce años
me conté.
Mi frente es la página de
una novela de terror.
Cordilleras en rústica,
accidentes
bibliográficos, dobleces
para sucumbir, cabeza baja, rodilla muy al fondo de la tierra.
Está escrito un, dos,tres
supervivencia de mi cordura
contra la amenaza líquido
Inaudito triunfo, grandes
titulares en la prensa, luto sobre el papel.
Mamá, yo de espaldas a ti
seguía contando escondida bajo la encimera
frente al espejo con las
manos extendidas
mientras la sangre de tu
sangre goteaba hasta alcanzar catorce años.
Alégrate que sobre los
azulejos de la cocina
tu hija señala su camino,
dibuja su cartografía
trucos de películas de
ciencia ficción para desviarme del rumbo celestial.
¿No te alegra que yo sueñe
buscando vidas nuevas
más felices mientras cuento
lo que falta para acabar con todo?
Una, dos, tres
hasta catorce gotas sobre
el suelo
alegran el corazón el
corazón triste y oscuro.
Cuando busque trabajo,
cuando encauce mi vida
especificaré en mi
currículum que existo siete veces.
Ojos grandes, uñas largas
clavadas en madera
erizos en la espalda, que
nadie me haga daño.
Una balanza de recuerdos
a la izquierda te niegas a
creer en la verdad,
a la derecha tu abrazo al
oso de peluche
cuando mamá apagaba la luz
dando un portazo.
Así suena cuando es cierto,
por ejemplo este dolor
no puedo olvidar lo que ha
sido mi vida.
Pronunciar serotonina fue
convertirme en otra
periódicas conversaciones
con nuevos amigos
visitas al baño,
derrumbarme.
Mi vida se compone de
varias extrañas personas
que comparten problemas.
Mi vida transcurría
respirando sustancias químicas pequeñas
como muñecas rusas cabezas
cerradas que angustian mi garganta
versus estómagos abiertos
repletos de buenas intenciones.
En mi segunda vida yo dejé
de llorar
cada noche me veía contando
mis catorce años de espaldas a mamá.
Soy un bebé asustado
mi corazón un hotel de dos
estrellas
intento acostumbrarme a
vivir sin el eco
duermo con tranquilidad,
sueño años veinte.
En esta tercera vida
escribo poemas, duermo en
hoteles
me embarco en relaciones
sin futuro
una persona normal o eso me
dicen
mi corazón perverso se ha
calmado.
*
ENGLISH VERSION
*
A perverse heart causes sorrow but the man of experience gives him what he deserves.
One Sunday afternoon, in the kitchen, I decided to count the
years
that I had been living: me, drawing very strongly each date
on my wrist, one, two, three, until fourteen.
As if the centimetres knew maths, as if cutting
the distance between the ground and my veins would multiply
my pride’s ability.
A declaratory gesture: fourteen escape routes, equal to
fourteen
more decilitres of confidence overflowing in my glass arms.
On my wrist, I applied techniques assimilated at the technology
classes:
Square and bevel, cut to cut perpendicular to each blue
line.
With a knife,
I counted myself
up to fourteen years.
My forehead is the page of a horror novel:
mountain rages in rustic,
bibliographical accidents,
folds to succumb, head down, knee deep in the ground.
It is written one, two, three,
survival of my sanity against the liquid threat
unheard of triumph, big headlines in the press, mourning on
paper.
Mom, me giving you my back I kept counting hidden behind the
counter.
In front of the mirror, with outstretched hands
whilst the blood of your blood dripped until reaching
fourteen years.
Be happy now that over the kitchen tiles
your daughter points her way, draws her map.
Tricks of science fiction to divert me from the celestial
path.
Aren’t you glad now that I dream about looking for new happier
lives whilst I count how long do I have till everything ends?
One, two, three,
up to fourteen drops on the ground rejoice the sad and dark heart.
When I job hunt, when I channel my life,
I will specify in my resume that I exist seven times.
Big eyes, long nails nailed on wood,
hedgehogs on the back, so that no one hurts me.
A balance of memories,
on the left, you refuse to believe in the truth,
on the right, you hug the teddy bear
when mom turned the light off banging the door.
That’s how it sounds when it’s true, for example, this pain.
I can’t forget what my life has been like.
To pronounce serotonin or to become another one,
periodic conversations with new friends,
visits to the bathroom, to collapse.
My life consists of several strange people who share problems.
My life was gone by breathing small chemical substances,
like Russian dolls, closed heads that torture my throat
versus open stomachs full of good intentions.
In my second life, I stopped crying,
every night I saw myself counting my fourteen years with my
back to Mom.
I'm a scared baby,
my heart a two star hotel,
I try to get used to live without the echo,
I sleep peacefully, I dream of the twenties.
In this third life,
I write poems, I sleep in hotels
I embark on relationships with no future
A normal person, or so they tell me,
my wicked heart has calmed down.
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